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Mayo
02/05/10

3ra. de Juan 2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.

La salud corporal es uno de los bienes terrenales más preciados. No se puede comprar; sin embargo se gastan millones en su mantenimiento. La investigación y la ciencia desarrollan cada vez nuevos métodos, técnicas y medicamentos para descubrir las enfermedades, para prevenirlas y sanarlas; hay gran cantidad de industrias que se ocupan en fabricar remedios para cuidar o para recuperar la salud. Pero, ¿quién se ocupa de la salud del alma? El Señor Jesús ha señalado que no sería de provecho al hombre, si ganare todo el mundo pero perdiere su vida o perdiere su alma (véase Mateo 16:26).

Se deduce de ello el gran significado que tiene la salud para el alma. Por lo tanto, ¡procuremos que nuestra alma quede sana! Por ello, sigamos la terapia divina: Aceptar la palabra de Dios y abrazar su gracia. Ya antaño, el centurión pagano de Capernaum había reconocido la fuerza celestial de Jesús y creyentemente manifestó: "Di la palabra, y mi siervo será sano". (compárese Lucas 7: 7). Podemos vincular nuestra fe a la ayuda y el apoyo del Salvador y aplicar la receta divina para la salud del alma.

Igual que sufre todo el cuerpo cuando un órgano enferma, le duele al alma, cuando no damos todo nuestro ser a Jesús. Planteémonos las siguientes preguntas para un "diagnóstico espiritual": ¿Qué ven nuestros ojos internos? ¿Las señales del tiempo? ¿El altar en su elevada grandeza? ¿El envío de Jesús por medio de sus siervos? ¿Podemos reconocer en el reloj divino, en qué momento nos encontramos en la historia de humanidad y del mundo? - Cuando vemos todo ello correctamente, nuestros ojos espirituales están sanos.

Isaías 53.4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

1ra . Pedro 2.24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Confesión:

Está escrito que soy prosperado en todo lo que emprendo, tengo salud divina y mi alma prospera diariamente en comunión contigo Jesús. Amén.

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Lo único que tienes que hacer es simplemente creer que Jesús tomo tu lugar. Él murió por Tí, para que tú pudieras nacer en su familia. Las siguientes palabras pueden ayudarte a expresar tus pensamientos a Dios.

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Padre, Quiero venir a Casa. Por favor hazme tu Hijo(a). Yo me arrepiento de mis pecados y acepto TU PERDON hecho posible por la muerte y resurrección de tu Hijo, Jesucristo. Yo pongo mi fe y esperanza solamente en Jesús para mi Salvación. Gracias por hacerme parte de tu familia.

Que Dios te bendiga, oramos por ti!

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