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Romanos 8: 36

La mayoría de las personas, en algún momento de su vida, no tienen ganas de vivir o no sienten “algo adentro”.
Dicen: “Necesito ese fuego de cuando era adolescente o tenía veinte años”.
Miran el pasado con cierta ternura o pasión:
“Si yo tuviera la fuerza que tenía antes”,
“Si tuviera la misma alegría”,
“Si pudiera vivir otra vez los momentos lindos que viví”.
Sienten que perdieron la pasión por vivir en algunas áreas de su vida, o en todas.

La pasión por vivir se pierde cuando desarrollamos el hábito de la preocupación.

Las mujeres nos preocuparnos por todo, si nos sentamos a escuchar música, pensamos las cosas por resolver. No podemos pasar ni un minuto sin preocuparnos, sentir angustia o tener un problema en la cabeza.

Preocupación es la amargura o ansiedad por algo que ya ocurrió o puede ocurrir. No permite que nos mantengamos en el presente, nos ata al pasado o al futuro.

La mente no puede quedarse quieta y muchas veces perdemos la pasión porque perdimos la capacidad de disfrutar.

Aprende a disfrutar cada segundo que Dios te regala.

La preocupación es como una gota que golpea y enloquece, quita las fuerzas y las ganas de vivir.

Nos preocupamos por los hijos, el marido, las cuentas, el clima, por una amiga, por la barca, por el discipulado, son gotas que van cayendo y terminan quitando la pasión.

Venceré toda preocupación y me apasionaré por vivir.

Para recuperar mi pasión, debo:

-Mantenerme ocupada.

Quizás haces un montón de cosas durante el día pero no te entusiasman, porque son monótonas, aburridas, que te hartaron, pero que debes hacerlas sí o sí.
Buscá algo que te apasione.

Hay una ley fundamental que dice:
“Es imposible pensar más de una cosa a la vez” (Y me dirás que es mentira porque vos pensás mil cosas a la vez).

-Una emoción expulsará a otra emoción.

Cuando estamos entusiasmadas, la emoción hace que la preocupación quede para otro momento; por eso tenemos que buscar hacer lo que nos entusiasma y preocuparnos después.

Hacer lo que te gusta te dará alegría y esa emoción expulsará la preocupación.

-Donde está el interés, está la energía.

Buscá lo que te entusiasma.
Nunca compitas con otra mujer sino con vos misma. Superate a vos misma -no busques superar a nadie porque no sos la otra persona-. Por lo tanto,

tu parámetro de comparación siempre tenés que ser vos.

Procurá hacer lo que te estimula y da energía.
Viví como si tu trabajo fuera bárbaro,
como si ya hubieras logrado lo que querías, como si estuvieras completa, perfecta, sin más dolor y con victoria porque Dios te dijo: “Que ya tenés todo, es tu posesión y te pertenece.”

-Rescatar la soledad.

Las mujeres huimos de la soledad porque le tenemos miedo. Nos trae tristeza, deprime y hace que pensemos en cosas negativas.
“Cuando estoy sola llamo a alguien por teléfono, busco con quién salir o tener una ocupación, porque si no me angustio”.

La soledad puede ser la posibilidad de ordenar mi mente y mi corazón.

Hay pensamientos y emociones que sólo aparecerán en soledad.
No hay que tomar ese momento con seriedad: “Voy a estar sola para pensar, para reflexionar, para darme cuenta como seguir adelante en mi vida, me tomaré un tiempo a solas -unas vacaciones a solas- para ver como encarar el año que viene”.

Buscá la parte divertida de la soledad.

Cuando nadie te ve, tenés mayor libertad, sos más espontánea, más infantil, por eso aprovechá esos momentos para hacer lo que no harías delante de otros.
Esas conductas privadas no son destructivas (otras, como alcoholizarse, drogarse, sí lo son).
Si una conducta privada te daña, reemplazala por algo sano que te divierta, y se soltará la creatividad.
No vivas esos momentos como robados, porque te pertenecen, disfrutalos y reíte aun de los problemas. Hacé que la pasión se encienda porque estás disfrutando de vos misma. Empezá a elegirte.

La gente feliz atrae a gente feliz.

-Ser uno mismo.

A veces no tenemos pasión porque no somos nosotras mismas.
Averiguá quien sos.
Hablá de tus puntos fuertes, de lo bueno que tenes, de lo que hacés bien.
No imites, pues no te lleva a ningún lado.

Es bueno tener modelos para copiar ciertas cosas que, mezcladas con lo que Dios nos dio,
harán algo exclusivo determinando la propia identidad.

-Hay capacidades por soltar.

Tenes algo valioso, nuevo, que nadie tiene.

Sos exclusivo en este mundo; en la orquesta de la vida debes tocar tu propio instrumento.

Conocete: ¿Qué se hacer? ¿Qué me sale bien? ¿Cuáles son mis capacidades? ¿Qué puso Dios dentro mío?
Conocemos a los demás pero no muy bien de nosotras mismas, por eso no nos amamos y si no lo hacemos nadie lo hará. Decí:
“Soy la persona más espectacular del mundo y hoy elijo cuidarme, quererme y amarme.”

-El amor primero se suelta desde adentro.

La familia es tu riqueza, por eso no la cambies por nada, disfrutala.
No se la des a nadie. Reíte, agradecé, evaluá lo positivo y negativo (no lo que perdiste sino aquello que obtuviste como ganancia).

Convertir lo poco en mucho.

Debemos aprender a beneficiarnos con una pérdida, no pensar en cómo me amargaré con lo que perdí o quejarme, sino cómo me beneficiaré.

El mundo no tiene que hacernos felices.

Hay personas que creen que el mundo está obligado a darles felicidad: “Y a mí, ¿cuando se me va a dar en esta vida?”
Sé feliz porque el potencial, la capacidad, la alegría y el gozo del Espíritu Santo están dentro tuyo para que seas feliz, no pierdas ni un minuto más preocupándote por las cosas sin importancia.

Si sos feliz harás feliz a otro.

Cuando te das, recibís.
A veces nos quejamos por tonterías, aprendé a darte a los demás; no te compadezcas de vos misma, provocá alegría en otra persona.
¿Está triste? Alegrá a otro.
Salí de tu problema, bendecí a otro y recuperarás la pasión por vivir.
Vale la pena.

Debo poner límite a mi pérdida.

¿Cuánta salud perdí por este problema? ¿Cuánta vida se me llevo? ¿Cuánto dinero? ¿Cuánta familia? ¿Cuántas ganas de vivir?

Le pongo freno y no me preocupo más;
lo dejo atrás y sigo caminando,
no me preocuparé porque no quiero seguir perdiendo.

El límite me hará recuperar la pasión por vivir y algo mejor vendrá cuando cierre ese capítulo.

Estoy hecha para construir.

Los problemas de alrededor te perturban, martillan como una gota de tortura, te levantas, acostás y los rumias todo el día.

El Espíritu Santo dice: “Estás buscando que alguien resuelva tus problemas cuando la solución está dentro tuyo. Buscad y hallaras la solución“.

Oír la voz de Dios dentro tuyo hará realidad la solución, no la canceles con razonamientos que no sirven.


Los problemas no sólo traen destrucción sino pasión y al solucionarlos dan el respaldo necesario.

Los problemas son la oportunidad para crecer y fortalecerte.

No los padezcas, resolvelos.
No estés años, meses, con lo mismo; dales un corte para que no te molesten más y puedas seguir caminando.

Pablo dijo: “He pasado por todo y he entendido que ni la muerte ni la vida tienen el poder de separarme de Cristo Jesús”

Con los problemas podés hacer dos cosas:
1- Pedir al Señor que sea más fácil, o
2- Pedir más fuerza.

Una MUFUVA dice:
“Señor, de este problema deben surgir fuerzas nuevas para enfrentar lo que viene”.

Y Dios te dará tantas fuerzas que te olvidarás del problema y encararás nuevos proyectos que traerán las soluciones que esperas.

Señor dame fuerzas, hace de mí una mujer fuerte en medio de los problemas; mi futuro está en tus manos, de quién temeré.

Para ver la solución afuera, primero soluciona los problemas adentro.

La raíz de todo problema está adentro nuestros, por eso al solucionarla se resuelve.
La angustia, la crisis, la circunstancia difícil, el temor, el dolor, el sentir que no lo podes lograr, tiene su raíz adentro aunque se vea externamente.
Hay mujeres que fueron vencidas por el problema, pero

Si creés que el problema te fortalece, ya tenés la victoria.

Dios ya inició el proceso en tu vida, te quiere dar algo grande y lo grande necesita de mujeres fuertes.
Te sentís débil y parece que todo se perdió, pero Dios te dice:
“Este año no subiste escalones porque te he fortalecido para vencer las circunstancias que vengan a tu vida y para ganar los premios que vendrán cuando se cumpla tu sueño”.

Pastora Alejandra Stamateas

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